Requisitos para entrar al Templo Sagrado (Beit Hamikdash)
Como se acreditaban los Cohanim el realizado de las ofrendas:
En principio, todo Cohen de la casa paterna que desempeñaba funciones en ese día, y deseaba ofrendar de la ceniza que está sobre el altar, ofrendaba.
En la Guemará se explica que a pesar que todos los trabajos que había en el Templo sagrado eran repartidos por sorteo, de todos modos para esta tarea no decretaron sorteo (“páis”), ya que, al ser que es hecha con el despunte del alba y se necesita madrugar para realizarla, temieron que si la sortean no quieran muchos Cohanim rehusar al sueño en ese momento molestándose a si mismos para madrugar por ella ‘tal vez’ (por si ganan el sorteo), por eso establecieron que todo Cohen que desea ofrendar, ofrenda, y se halló que los más diligentes madrugaban por ella.
Y cuando eran muchos los Cohanim que pretendían ofrendar la ceniza, así solían conducirse:
Corrían y subían la rampa del altar, cuya longitud era de treinta y dos codos, y todo aquel que ingresaba primero a los cuatro codos superiores de la rampa próxima al altar, se acreditaba la ofrenda de la ceniza.
Y si llegaban dos a la par, es decir, si dos ingresaron a los cuatro codos igualados, no uno de ellos se acredita la ofrenda, sino que echan suertes entre todos los Cohanim que hay allí, procedíendose de este modo:
El encargado de los sorteos, dice a los Cohanim que están parados en derredor suyo en círculo:
“¡Levanten el dedo!”, para así contar los dedos, por razón que está prohibido contar a los individuos; y fue explicado en la Baraita de la Guemará, que el encargado tomaba un turbante de la cabeza de uno de ellos, para saber que de él comienza a contar, él especifica un número mucho mayor al de la cantidad de Cohanim que hay allí, por ejemplo: cien, y comienza a contar los dedos a partir de ese Cohen del que tomó el turbante de su cabeza, gira y cuenta los dedos y reitera la ronda hasta que llega al número que estableció, y aquel Cohen en el cual el número terminó en él, ese se acredita el derecho.
Y así eran todos los sorteos que había en el Mikdash.
Y ¿qué dedo levantaban cuando les decía el encargado “saquen un dedo”?.
Levantaban un dedo, o dos dedos contiguos; en la Guemará se explica, que quién no puede sacar un dedo y controlar sus otros dedos, se le permite sacar dos y no son contados sino uno.
Y no se saca el pulgar en el Templo Sagrado en el momento del sorteo; el motivo se explica en la Baraita: por causa de los engañadores, que en el momento en el que se acerca la cuenta a su fin y calculen sobre quién el número finalizará, sacarán el pulgar y otro dedo distante de él para que el encargado se equivoque y cuente a ellos como dos (personas), y así acercarán el número a que concluya en ellos.
Basado en Mishná Iomá cap. 2, con comentario de R’ Pinjas Kehat
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