Cuando culmina el Shabat, se realiza la ceremonia denominada avdalá. A través de la misma se separa la santidad del Shabat, de los demás días hábiles.
Este precepto está indicado en la Biblia, como está escrito: «Recuerda el día de Shabat, para santificarlo» (Éxodo 20:8). El recordatorio que se indica debe realizarse en los momentos trascendentales, cuando se produce la entrada del Shabat y también cuando tiene lugar su salida, mencionando palabras apropiadas de santificación. En su entrada recitando la santificación del Día, denominada kidush; y en su salida mediante la ceremonia de separación denominada avdalá (Maimónides, leyes de Shabat 29:1).
Los sabios dispusieron que la santificación del Día –kidush- sea recitada sobre una copa de vino, y que la ceremonia de separación denominada avdalá también sea recitada sobre una copa de vino.
El procedimiento de avdalá
Para realizar la ceremonia de avdalá se llena una copa de vino, se la alza, sosteniéndola con la mano derecha, y se recita la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, creador del fruto de la vid».
A continuación se cogen hierbas aromáticas para olerlas y reconfortar al alma después de la salida de la santidad del Shabat. Para disfrutar de ese aroma se recita la bendición correspondiente. Numerosas comunidades -ashkenatzitas- acostumbran recitar la bendición general para tener provecho de cualquier tipo de aroma agradable: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, creador de las especies aromáticas». En este caso se procede de este modo porque muchos no son expertos en distinguir las distintas especies aromáticas, entonces no sabrán si provienen de un árbol o crecen directamente en la tierra como una hierba. Y como hay diferencia en las bendiciones, para evitar errores se decretó que para la ceremonia de avdalá se recite la bendición general. Aunque hay muchas otras comunidades -sefaradíes- que sí son expertos en diferenciar entre las especies y recitan una bendición específica de acuerdo con el producto que olerán. Si se trata de una hierba aromática, recitan la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, creador de las hierbas aromáticas». Si se trata de una rama de árbol, u hojas de árbol, recitan la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, creador de los árboles aromáticos». Si se trata de una fruta, recitan la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, que otorga buen aroma a las frutas».
A posteriori, se procede a rememorar el descubrimiento del fuego. Ya que este hecho aconteció tras la culminación del primer Shabat que existió desde la creación del mundo, cuando Adán, el primer hombre, frotó dos piedras, y produjo fuego por primera vez.
Para llevar a cabo este ritual se ha de encender una vela de al menos dos mechas; o de no ser posible, se tomarán dos astillas de madera, o dos cerillas, que se encenderán y juntarán para que sus llamas se unifiquen y produzcan abundante luz.
Asimismo se requiere que el fuego esté bien encendido e ilumine correctamente. Es decir, si aun es necesario mantener la cerilla encendida junto a la mecha, quiere decir que el fuego aun no ilumina como es debido. Sólo se recitará la bendición en el momento en que el fuego se mantenga por sí solo, sin ayuda.
La causa de este requisito surge a partir del versículo que se refiere a la creación de la luz. Como está escrito: «Dios vio que la luz era buena» (Génesis 1:4), y a continuación está escrito: «y Dios separó la luz de la oscuridad» (Ibíd.). O sea, en primer orden consta que la luz era buena, y a posteriori, se cita la acción llevada a cabo con la misma, en este caso, su separación. Sin embrago, respecto a las otras creaciones, el orden es inverso, se describe el acto llevado a cabo, y a posteriori se manifiesta: «Vio El Eterno que era bueno».
Esta diferencia existente entre los versículos que describen la creación del mundo llamó la atención de Rabí Zeira, el hijo de Rabí Abahu, quien disertó en Kesarin sobre este tema. El sabio inició su conferencia planteando una pregunta: ¿De dónde se sabe que no se recita la bendición sobre una vela durante la ceremonia de separación –avdalá- hasta que el fuego de la misma esté encendido a tal punto que ilumine y permita tener provecho de la luz que proporciona? La respuesta surge del versículo que se refiere a la creación de la luz, como está escrito: «Dios vio que la luz era buena» (Génesis 1: 4), y a posteriori: «y Dios separó -vaiavdel- la luz de la oscuridad». Es decir, cuando El Eterno vio que la luz era buena, propicia para iluminar, recién entonces realizó la separación. Se aprende de aquí, que hay que aguardar a que la luz de la vela sea propicia para iluminar antes de pronunciar la bendición por el fuego en la ceremonia de avdalá (Bereshit Raba 2:5).
Entonces se recita la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del universo, creador de las irradiaciones luminosas del fuego».
OBSERVADO A LA LUZ DEL FUEGO
Se acostumbra observar las palmas de las manos y las uñas a la luz de éste fuego encendido para la ocasión (Shulján Aruj Oraj Jaim 298:3). La razón se debe a que hay que distinguir por medio de la luz de la vela encendida entre una moneda y otra. Por eso se acostumbra observar las uñas, para comprobar que uno puede tener provecho de esa luz y reconocer entre una moneda y otra del mismo modo como distingue entre la uña y la carne. Además, se observan las uñas porque son ellas señal de bendición, ya que se fructifican y reproducen permanentemente. Asimismo se observan las palmas de las manos, donde se encuentran las líneas de las mismas, en las cuales hay señal de bendición (Mishná Brurá).
En el apéndice de Rabí Moshé Iserlish se agrega que se ha de observar las uñas de la mano derecha, mientras que con la mano izquierda se sostiene la copa de vino. Asimismo, deberán doblarse los dedos hacia adentro, hacia el interior de la palma de la mano, pues de este modo se verá a la misma vez las uñas y la palma (véase Ram”á).
Respecto a la forma de doblar los dedos, lo correcto es encorvar los cuatro dedos de la mano derecha sobre el pulgar, de modo que éste quede cubierto (Maguen Abraham en nombre de Shaar Hakavanot 60b).
Este procedimiento mencionado está enraizado en el Zohar, donde se explica: después de que culmina el Shabat la persona debe separar entre lo santo y lo mundano. ¿Por qué razón? Porque en ese momento, cuando se retira la santidad del Shabat, se otorga permiso a los ministros espirituales de lo bajo para ejercer dominio en el mundo. Y al recitar la bendición de separación entre lo santo, -el Shabat-, y lo mundano, -los demás días de la semana-, señalamos la unidad absoluta que reina en las Alturas donde existe santidad plena, sin que hubiere allí ningún vestigio de mal. De este modo se separa entre los ministros espirituales del mundo inferior, de la unidad suprema absoluta. Y es necesario recitar la bendición: «Bendito eres Tú… creador de las irradiaciones luminosas del fuego», a la luz de éste fuego, porque todos los demás fuegos, que provienen del atributo del rigor y del fuego del Infierno, fueron suprimidos y guardados en el día de Shabat, cada uno en el lugar que le corresponde, con excepción de un fuego proveniente de la santidad suprema. Éste fuego se revela manifiestamente porque se atenúa invistiéndose en la santidad del Shabat, a través de la cual se reviste de misericordia. Y cuando este fuego se manifiesta en Shabat, todos los demás fuegos se ocultan de su presencia, por la santidad del Shabat que se expande por todos los mundos espirituales.
Por cuanto que el fuego se impregna de misericordia a través de la santidad del Shabat, endulzándose así su rigor, es necesario recitar la bendición «…creador de las irradiaciones luminosas del fuego». Y es incorrecto que este fuego fuese de lo mundano, uno que hubiere sido encendido en los demás días de la semana –incluso en la víspera de Shabat-, sino que debe ser un fuego en el que no se hizo con él ninguna labor en Shabat. Y éste fuego que se encenderá para la ceremonia de avdalá, provendrá del fuego sagrado de lo Alto, que es un fuego que soporta al rigor del fuego y protege al mundo.
Entonces, este fuego que desciende de lo Alto se bendice en las emanaciones Divinas –sefirot-, a raíz de la bendición que nosotros pronunciamos sobre el fuego en la Tierra. Pues el fuego supremo debe ser bendecido para que se endulcen con misericordia las fuerzas de su rigor antes de que salieren y otorgaren poder a sus representantes y sus ministros espirituales. A raíz de esta bendición, el rigor del fuego supremo se reviste de misericordia y la misericordia se manifiesta en el mundo. Consecuentemente los demás fuegos salen de su lugar en el que estuvieron ocultos en el día de Shabat y se les encomiendan a los ministros espirituales encargados de los mismos que cumplan su función en el lugar que les corresponde. Y se les otorga poder para iluminar y gobernar de acuerdo con la necesidad conductiva del mundo.
Asimismo, en el momento en que recitamos la bendición por el fuego en la Tierra, se presentan cuatro carruajes de cuatro ángeles celestiales imponentes. Ellos son: Uriel, Refael, Gabriel, Mijael y Nuriel. Uriel y Nuriel son dos nombres pertenecientes a un mismo ángel, y le corresponde uno u otro nombre de acuerdo con el nivel de su manifestación en el momento que sea requerido. Este grupo de cuatro ángeles se denomina a través de la sigla «Argamán». Y debajo de la jurisdicción de ellos hay cuatro campamentos de ángeles sagrados dispuestos a recibir la irradiación de la luz suprema y las bendiciones que provienen de lo Alto. Ellos son denominados «irradiaciones luminosas del fuego –meorei haesh-», porque reciben la iluminación proveniente del fuego de lo Alto, y están asociados al misterio intrínseco de los cuatro dedos de la mano derecha. Por tal razón se deben encorvar los cuatro dedos de la mano derecha, para indicar que los ángeles se someten ante la Presencia Divina, la fuente de luz del mundo, y no poseen ningún tipo de poder sin Su consentimiento. Por tal razón se deben iluminar a esos cuatro dedos frente a la luz de la vela de avdalá, que proviene del fuego de la Presencia Divina bendecido en lo Alto, surgiendo así que la conducción del mundo se lleva a cabo con misericordia. Y estos cuatro dedos que se colocan frente a la luz de la vela indican la irradiación de luminosidad correspondiente con los cuatro ángeles Argamán. Y ellos gobiernan según el poder de la luz de la vela de avdalá que ha sido bendecida en lo Alto
Por cuanto que se trata de niveles que se encuentran debajo del mundo supremo, por tal razón, cuando el individuo enseña sus dedos frente a la luz de la vela, debe encorvarlos. De este modo indicará que la luz de la Divinidad ejerce dominio sobre los ángeles Argamán, y ellos iluminan de la luz de ella y reciben su luminosidad de ella, tal como la Luna se ilumina de la luz del Sol.
LA BENDICIÓN DE LA SEPARACIÓN
A continuación se sostiene la copa de vino con la mano derecha y se recita esta bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, que separa entre lo santo y lo mundano, entre la luz y la oscuridad, entre Israel y las naciones, entre el día séptimo y los demás días de labor. Bendito eres Tú, El Eterno, que separa entre lo Santo y lo mundano». Después se bebe el vino, y con lo que quede en el fondo de la copa se apaga la vela. Además, se acostumbra pasar por los ojos de ese vino por amor al precepto (Shulján Aruj Oraj Jaim 296:1, Ramá). En Pirkei de Rabí Eliezer se explica la razón: después de que el individuo bebiere el vino, es correcto agregar un poco de agua a la copa de avdalá, y beberlo por amor al precepto. Y lo que quedare del agua en la copa ha de pasarlo por los ojos. La razón se debe a lo que los sabios han enseñado: «los restos del precepto impiden el castigo» (Pirkei de Rabí Eliezer Cáp. XX).
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